Contenido creado por Pablo Méndez
Internacionales

Con ustedes...

Almagro asumió en la OEA

Luis Almagro asumió este martes como Secretario General de la OEA, durante la sesión especial del Consejo Permanente del organismo hemisférico. Almagro estará frente a la OEA hasta 2020.

26.05.2015 18:39

Lectura: 21'

2015-05-26T18:39:00-03:00
Compartir en
Durante su discurso Almagro recordó palabras del papa Francisco en las que señalaba que ningún esfuerzo es en vano cuando se trata de unir dos posiciones.

El Secretario General de la OEA reforzó su compromiso con su programa para estos cinco años y añadió que la OEA debe ser “la voz que no calle ni trance ante violaciones a los derechos humanos”.

Almagro recordó que estamos en el “continente más desigual de todos” y agregó que “la peor desigualdad es la que se sufre a la hora de ejercer derechos”.

Además calificó como “un punto de inflexión” la última Cumbre de las Américas y dijo que “respetando tiempos y procesos” se trabajará para que Cuba se integre plenamente a la OEA.

El Secretario General dijo que es necesario emprender modificaciones internas en la organización que permitan que sea más efectiva y anunció que se realizará un cabildo abierto con todo el personal.

Para finalizar, Almagro llamó a los gobiernos a trabajar juntos para alcanzar una OEA “más eficiente menos burocrática y más cerca de la gente” y parafraseó al ex primer ministro israelí Simon Pérez: “mi sueño es ser simplemente pragmático”.

El Programa de Almagro para la OEA

En su introducción, el documento señala que la OEA es “el foro regional más antiguo del mundo y también el que abarca el espacio geográfico más extenso. En este espacio común del continente se encuentran el Norte y el Sur y América Latina, el Caribe, Estados Unidos y Canadá dialogando en un pie de igualdad”, por lo que se considera “una instancia política privilegiada, dotada de un enorme potencial para promover el análisis de los problemas comunes y la búsqueda de soluciones conjuntas desde un abordaje integral, plural y solidario”.

“El continente americano debe darle una nueva mirada a la OEA y generar una nueva consciencia acerca de rol de este organismo en materia de diálogo y concertación para el desarrollo en el continente. Pero ello no vendrá solamente de la mano del voluntarismo político de sus estados, que es una condición necesaria pero no suficiente, sino que será imprescindible forjar una nueva visión estratégica sobre la OEA, sus actividades y su contribución a los intereses colectivos de la región”, agrega.

“En este período de la historia en el que seguimos caminando juntos, nuestros países tienen que saber apreciar que la diversidad no nos separa, sino que nos une. Historia, cultura, tradiciones e incluso idiomas diversos, no solo no han separado a nuestros países, sino que al tiempo en que afirman identidades nacionales, fortalecen también una impronta colectiva que es un activo de nuestro continente y que tiene que ser reconocida y valorada”.

El consenso político desde la solidaridad continental

Uno de los aspectos tratados en este capítulo es el relacionamiento con otros mecanismos regionales y subregionales: “Desde la creación de la OEA el escenario continental ha cambiado y las instancias de concertación e integración se han multiplicado. La existencia creciente de espacios de diálogo subregional y regional no debe ser visto como un escenario competitivo, sino como una oportunidad para generar mejores canales de interacción dentro del continente. La OEA brinda un espacio político privilegiado para el debate, las consultas y la coordinación entre sus estados miembros. Y su finalidad no debe ser solo encarar las problemáticas de interés común que existen en el continente sobre la base de los principios que hemos establecido, sino también encontrar puntos de convergencia ante diversos temas de la agenda regional e internacional. Ambos propósitos requieren de un alto grado de voluntad y compromiso político de parte de nuestros países”.

En esa misma línea, sostiene que se debe aprender a “construir políticas afirmativas desde la convergencia con las demás instancias regionales que actúan en el mismo espacio geográfico que nuestra organización y de las que participan nuestros estados miembros. Todas y cada una de ellas cuentan con fortalezas en sus respectivos ámbitos de actuación, razón por la cual es necesario enfocar con un sentido de complementariedad y de recíproca cooperación la instrumentación de sus respectivos mandatos”.

El documento pone como ejemplo la situación vivida recientemente por Venezuela: “El abordaje de ciertas temáticas políticas sensibles en la OEA y otros organismos regionales también puede ser puesto como ejemplo del potencial de complementariedad que existe entre nuestros organismos y estas instancias regionales. Un caso concreto es la Declaración que realizó la OEA sobre la situación en Venezuela, que fue complementaria de la acción que lleva a cabo la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas). En este caso, se trata de una contribución a la paz, la democracia y también la estabilidad política en nuestra región”.

“No dupliquemos ni superpongamos mandatos. Tratemos de potenciar las capacidades y fortalezas existentes en el conjunto de organismos de integración, coordinación y concertación que existen en la región. Busquemos las complementariedades que nos permitan enriquecer y dinamizar nuestros trabajos. En este sentido, la acción de la OEA y la realizada por la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y la UNASUR, el CARICOM (Comisión de Compensaciones de la Comunidad del Caribe) y el SICA (Sistema de la Integración Centroamericana) no deben ser vistas como ejercicios competitivos o antagónicos. Reconocer esas realidades regionales y subregionales, cuya validez y vigencia es indudable, será la clave para alcanzar un grado de complementariedad de la que todos nuestros países se verán beneficiados. Es imperativo reconocer el rol protagónico del CARICOM. Debemos borrar todas las fronteras que pueden dividir a los países latinoamericanos y caribeños y apoyarnos para eso en los principios que compartimos. Las prioridades del CARICOM deben ser también prioridades en los programas de cooperación y desarrollo en la OEA”, sostiene.

Además, marca el concepto de solidaridad como “eje rector” de la organización: “Desde la lucha por la emancipación política, nuestros pueblos han realizado esfuerzos comunes para la conquista de la independencia, para la salvaguarda de las autonomías obtenidas. En ese sentido, la solidaridad surge como una forma de actuar, sin distinción de fronteras, de creencias o de ninguna diferencia entre los habitantes del continente americano. Al respecto, es esclarecedor el pensamiento del excanciller uruguayo, Dr. Alberto Guani, quien expresaba: ‘¿Qué es al final de cuentas la solidaridad internacional? A mi entender no es otra cosa que el deseo sincero de unir a las naciones, a fin de llegar, por medio de esta unión, a fines más elevados y más amplios que aquellos que pueden obtenerse por medio de una actividad particular, aislada e independiente, de cada Estado’”.

“Necesitamos recobrar el sentido de solidaridad para enfrentar unidos el principal problema de nuestra región: la desigualdad. América es un continente pleno de riquezas mal repartidas. Ciertamente que hay una responsabilidad primaria a nivel nacional de cada uno de los estados miembros respecto a sus políticas de distribución de la riqueza. Pero también es necesaria una reflexión colectiva, un análisis profundo de sus causas y sus posibles soluciones. Este debería ser el consenso a partir del cual construir posiciones indivisibles y superar los estancamientos que muchas veces nos han opuesto dentro del sistema interamericano. Estamos convencidos que ello es posible y por eso entendemos necesario que forme parte de una nueva visión estratégica de la Organización”, agrega el texto.

Cuatro pilares para una nueva visión estratégica: concepto y principales desafíos.

El documento señala como un avance importante la sistematización de las prioridades de la OEA en cuatro pilares (Democracia, Derechos Humanos, Seguridad Multidimensional, y Desarrollo Integral) y enfatiza en el carácter interdependiente de ellos: “En otras palabras: sin respeto a la democracia, al Estado de derecho y a los Derechos Humanos no puede concebirse una sociedad justa. El desarrollo integral en sus tres dimensiones es condición básica y se ampara necesariamente en el respeto a los Derechos Humanos, siempre en el contexto una sociedad democrática. Finalmente, la paz y la seguridad son condiciones previas, necesarias e imprescindibles para la subsistencia de la democracia, el pleno respeto a los Derechos Humanos y el desarrollo integral de las sociedades”.

Para el pilar Democracia, el texto plantea que no se trata de “un activo definitivamente adquirido y garantido”, sino de “un principio que requiere de un gran compromiso social y político y también de protección ante las acechanzas que lamentablemente siempre están presentes”.

Para ello define varias líneas de acción: promover medidas que ayuden a garantizar la aplicabilidad de los tratados; mejorar el acceso a la Justicia por parte de los sectores de población más desprotegidos; favorecer la universalización del sistema interamericano y sus diferentes componentes, y que, en caso de ser necesario, lleve a una revisión de los instrumentos en materia de protección de los derechos humanos con el fin de lograr su aprobación por todos los países miembros; promover la elaboración de leyes-modelo como medio más efectivo para el logro de unificación de soluciones jurídicas; incrementar los programas de capacitación a los actores nacionales, jueces, fiscales y abogados vinculados con la aplicación de las normas interamericanas, laudos y fallos internacionales en el ámbito interno; articular un verdadero derecho interamericano que integre el derecho latinoamericano y el Common Law, que permita el pasaje de un derecho latinoamericano a uno verdaderamente interamericano.

“Si deseamos relanzar la agenda de la OEA y darle verdadera visibilidad en la comunidad internacional, debemos redoblar los trabajos de difusión de sus actividades, utilizar mejor los medios de comunicación y prensa, así como potenciar el valor agregado que ya existe en las oficinas regionales”, señala el programa.

Derechos Humanos

En cuanto al segundo pilar, Derechos Humanos, Almagro plantea fortalecer el rol de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) como órgano de promoción, para que sea el más garantista del continente, y la Corte, como órgano jurisdiccional de protección de los Derechos Humanos, y fortalecer los instrumentos de monitoreo de los compromisos.

“En ocasiones, el sistema ha cumplido su rol de señalar las falencias, omisiones o violaciones de derechos fundamentales por parte de los Estados y proponer recomendaciones, pero ha fallado en proporcionar un seguimiento adecuado a través de asistencia técnica, acompañamiento y apoyo para la creación o fortalecimiento de las capacidades nacionales, incluida la facilitación o mediación a la hora de obtener financiamiento internacional. Esto no debe suponer defender una premisa que supedite el cumplimiento de las obligaciones de Derechos Humanos por un Estado al financiamiento externo, pero que sí signifique el reconocimiento de las diversas condiciones y realidades por las que atraviesa cada país, especialmente aquellos donde la voluntad política de cumplimiento es manifiesta”, señala.

“Es necesario que asumamos una nueva cultura de diálogo en materia de Derechos Humanos. Debemos generar las condiciones que propicien el acercamiento y el entendimiento entre las distintas sensibilidades y puntos de vista diferentes en la comunidad internacional”, agrega.

En este tema se hace especial hincapié en el rol de las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil: la participación de la sociedad civil, en sus distintos componentes, debe seguir siendo un aporte indispensable para el éxito de la CIDH, tanto en sus cometidos de vigilancia respecto a la vigencia de los Derechos Humanos, como en el desarrollo del derecho internacional de los Derechos Humanos”.

Seguridad multidimensional

El tercer pilar de los lineamientos presentados por Almagro es la seguridad multidimensional, donde está implicada la seguridad ciudadana, la prevención de la violencia, el problema de las drogas y la trata y el tráfico de personas.

“Es imposible pensar en sociedades seguras, si antes no se hacen todos los esfuerzos posibles para aliviar los problemas más básicos y estructurales de nuestras sociedades: el hambre y la pobreza. Por ello, es hora que la OEA pase a la acción y que, en el marco de una nueva visión estratégica sobre su rol y sus actividades tendientes a la consecución de sus objetivos en materia de desigualdad, erradicación de la violencia y lucha contra la pobreza y el hambre, defina acciones concretas y precisas para su efectiva consecución”.

Además, define cómo “el eje fundamental de estos trabajos debe centrarse en la prevención de la violencia, utilizando los instrumentos que brindan la educación y el deporte, puestos al servicio de la integración social y la prevención del delito, en especial por parte de los menores infractores. También es de particular importancia el trabajo de las policías comunitarias y el intercambio a nivel regional de las mejores prácticas y experiencias registradas por nuestros países en esta materia, a través de los mecanismos de cooperación interamericanos”.

Es fundamental desarrollar programas sociales que atiendan las raíces más profundas de esta problemática desde el trabajo a nivel de la educación para prevenir la violencia, desde la atención a niños, jóvenes y mujeres en situación de riesgo, hasta la formación de jueces, fiscales y demás servidores públicos involucrados.

En materia de drogas, Almagro se centra en que el problema afecta desde hace décadas a hombres, mujeres y niños de todos nuestros países: “Ningún país ha escapado a ello, y en muchos casos este flagelo se presenta con un vigor que abruma y corrompe a sus instituciones, amenaza a sus jóvenes, alimenta la violencia y representa una de las peores acechanzas para su estabilidad institucional.

Es necesario prestar una mayor atención a las formas de lucha que hemos definido para enfrentar este enorme problema, porque estamos aquí ante una de las peores amenazas contra la estabilidad política y la institucionalidad democrática en nuestro continente. Todos los países del continente están involucrados. El problema de la salud, que se encuentra asociado al consumo problemático de sustancias, se hace presente en cada uno de ellos. En suma, nos hallamos ante un claro ejemplo de responsabilidad compartida. Hemos logrado transmitir que la guerra contra las drogas, focalizada exclusivamente en un enfoque represivo, no solo no ha logrado solucionar el problema, sino que lo ha agravado exponencialmente y ha sumado muchos otros.

La consciencia que se ha ido generando acerca del fracaso de esta estrategia ha permitido que se vayan abriendo camino otras vías alternativas. Ya son varios países miembros que se han manifestado en el sentido de que un mercado regulado podría ser una vía para un mejor control de este fenómeno social, reduciendo la exposición de la sociedad a los factores delictivos añadidos al consumo y suministro de drogas. Entendemos que el modelo de pensamiento único que insiste en una estrategia represiva de guerra contra las drogas es un camino sin salida donde se arriesga el seguir perdiendo vidas humanas, perdiendo dinero y aumentando la violencia en nuestras sociedades. Queda claro que el crimen organizado no se dedica únicamente al tráfico de las drogas, sino también a las armas que se consiguen abundantemente en un mercado totalmente libre y desregulado. No debemos olvidar tampoco que las consecuencias de la guerra represiva contra las drogas implican un nivel de violencia en nuestras sociedades que recae mayormente sobre los sectores de la población más vulnerables, con consecuencias generalmente irreparables”.

El programa llama a “evaluar todas las iniciativas que nuestros países han generado desde sus políticas públicas nacionales para enfrentar el problema de las drogas. Existe un modelo alternativo que tiene como uno de sus ejes fundamentales una respuesta desde el punto de vista de la salud pública, que busca promover el respeto de los Derechos Humanos y que a la vez evita que el Estado se involucre en una escalada de violencia represiva como respuesta al flagelo de las drogas. Esas respuestas buscan disputar el mercado al narcotráfico con otras herramientas. Uno de los objetivos principales de estas nuevas políticas es que las ganancias que ahora retiene el narcotráfico y terminan en los centros internacionales de lavado de dinero se reconduzcan hacia los objetivos de desarrollo de nuestros países. Este enfoque que proponemos evaluar no solo es totalmente lícito, sino también viable y adaptado a las realidades de nuestro continente. Tal como lo ha señalado acertadamente el Informe de Drogas del Secretario General José Miguel Insulza: no hay un traje igual para todos y hay al menos cuatro escenarios futuros posibles, todos ellos de igual relevancia”.

Respecto a la trata de personas, el documento plantea que la naturaleza del problema requiere acciones coordinadas: “Dicho fenómeno ocupa el tercer lugar mundial en importancia dentro de los crímenes organizados y constituye una violación flagrante de los Derechos Humanos y la dignidad de los cientos de miles de víctimas, hombres, mujeres, niños y niñas, sometidos todos los días a estas aberrantes formas contemporáneas de esclavitud que desgarran nuestro tejido social. Su consideración exige aplicar una perspectiva de Derechos Humanos, de género y generacional, así como de acciones tendientes a dar visibilidad a la trata de personas en tanto delito. De esta forma atenderemos sus causas y problemáticas asociados.

Debemos fortalecer la cooperación en materia de lucha contra la explotación sexual y comercial, tráfico ilícito y trata de niños, niñas y adolescentes e incrementar nuestros esfuerzos, a todos los niveles (bilateral, subregional y regional), mediante la colaboración entre los distintos organismos de la Organización. Asimismo consideramos necesario profundizar los trabajos, individual y colectivamente, en las líneas de acción ya existentes, haciendo especial énfasis en la prevención del problema, la difusión de información para el reconocimiento de las características fundamentales de la trata de personas que permita una temprana detección del fenómeno, así como generar sistemas de atención integrales para las víctimas.

Desarrollo Integral

El cuarto pilar es el desarrollo integral, en el que plantea trabajar desde todas las dimensiones del concepto, tanto desde la gobernabilidad institucional, como desde los Derechos Humanos y la sustentabilidad ambiental.

“Para poder enfocar desde los cimientos este asunto, debemos primero que nada enfocar la principal inquietud de nuestro continente, el hambre y la pobreza extrema. Si bien varios países americanos han logrado reducir el hambre en cifras significativas (casi 70 millones de personas) se siguen manteniendo porcentajes muy grandes de pobreza y sobre todo de pobreza extrema. Esta es una de las razones por las cuales América Latina es considerada como la zona más desigual del mundo (…) El desarrollo integral configura un reto trascendental para nuestro continente, de gran amplitud y complejidad. Abarca los campos económico, social, educativo, cultural, científico y tecnológico, entre otros”.

“Como forma de enfrentar este reto, se deben priorizar los trabajos ya realizados por los grupos regionales, especialmente por parte de los países del Caribe, y procurar instrumentar y ejecutar programas de cooperación concretos que apunten al desarrollo de infraestructuras, energía, ciencia y tecnología, así como a propiciar mejores condiciones de equidad en materia de desarrollo humano. El potencial que tienen las oficinas nacionales de la OEA y la SEDI (Secretaría Ejecutiva para el Desarrollo Integral) para fortalecer redes de cooperación debe ser explotado al máximo. La OEA puede lograr que el conocimiento que hoy tienen pocos sea apropiado por muchos, o por todos, de acuerdo a las necesidades y prioridades regionales y nacionales”, señala el documento.

“Es fundamental garantizar el acceso a condiciones laborales dignas como requisito indispensable para la superación de la pobreza, situación que hoy atraviesan más de 220 millones de personas en América y que representa un obstáculo para el pleno desarrollo de nuestros pueblos. No puede dejarse de lado la transversalidad del desarrollo integral, ni tampoco ignorarse la interdependencia entre la democracia y el desarrollo económico y social de nuestros pueblos. Esta dimensión compleja y poliédrica del desarrollo ciertamente demandará un gran esfuerzo de análisis y concertación, pero sobre todo una fuerte voluntad política para darle contenido y ejecución a nivel nacional. Sin embargo, es la gran tarea en la que debemos trabajar intensamente, ya que tiene una relación directa con las expectativas de desarrollo sostenible y el bienestar general de nuestras sociedades”, agrega.

Uno de los puntos tratados para el desarrollo es el tema de la migración: “Cuando se alcance un genuino desarrollo con justicia social al sur del Río Bravo, no habrá migrantes ilegales que, en la búsqueda del ‘sueño americano’, intenten sortear las barreras fronterizas y poner en riesgo su propia vida. Debemos potenciar el ámbito de la OEA para tratar el tema de la migración como prioridad continental indiscutible. Hay miles de latinoamericanos y caribeños que sueñan con una vida mejor, y que, procurando alcanzar ese sueño idealizado a cualquier precio, resultan víctimas de los narcotraficantes y de los traficantes de personas. Incluso cuando ese no es el caso, en la mayor parte de las situaciones, llegan al norte del continente en condiciones de ilegalidad y son deportados”.

Para ilustrar el tema, Almagro recuerda las palabras del presidente José Mujica en el Consejo Permanente de la Organización: “No hay pobres de América Latina, hay pobres de América. A los pobres no se los ataja con alambrados ni con leyes. A los pobres se los ataja promoviendo el desarrollo donde están, para que no tengan que emigrar. Eso solo lo puede enfrentar la humanidad si piensa, y si piensa por encima del interés concreto nacional”.

“El último año, las cifras de deportación han alcanzado a casi 300.000 latinoamericanos y caribeños que fueron devueltos a sus países de origen. Esto constituye una verdadera tragedia humana: los que sobrevivieron al cruce del desierto o de los ríos, los que se salvaron de los traficantes y de la miseria humana, terminaron deportados. En ese sentido, es fundamental recordar un concepto que es el eje rector de este documento y que está en las bases mismas de la fundación de la OEA y en el corazón de la idea del desarrollo con inclusión social: la solidaridad. De acuerdo al diccionario de la lengua española, el vocablo solidaridad significa: ‘Vínculo que une a hombres y pueblos de modo que el bienestar de los unos determina el de los otros’. Pero la solidaridad no debe ser es un concepto abstracto, sino una actitud de vida, un compromiso permanente. Es la idea madre del desarrollo con justicia social”, afirmó.

Sobre el relacionamiento con Cuba

El canciller Almagro plantea que ha llegado el momento en que el país caribeño vuelva al organismo: “Durante muchas décadas, la Organización contó con un número de 21 estados miembros. Entre los años 70 y los 90 pasó de 21 a 35, sin que nunca ningún país haya denunciado su Carta constitutiva. Estos 14 nuevos Estados miembros son los que forman parte del Caribe anglosajón y Canadá. Esto muestra hasta qué punto el sistema interamericano se ha ido ampliando con la incorporación de todos los estados que componen la región”.

“Desde el punto de vista de una organización hemisférica que tiene tan importantes cometidos y representa un espacio de diálogo político tan relevante como lo es la OEA, esta universalización es ciertamente un factor esencial y una gran fortaleza. Esto hace más injustificable aún que, a la altura de la historia que nos toca vivir, en el año 2014, exista un país sobre el que pesa una exclusión de facto de nuestra Organización. Cuba fue suspendida en la Conferencia de Punta del Este de 1962. Esa decisión pertenece a un pasado del continente y de esta organización que duele muy profundamente. Afortunadamente, los tiempos han cambiado y Cuba ha sido reincorporada, decisión que se tomó en la Asamblea General realizada en junio de 2009 en San Pedro Sula, en Honduras.

“Ha llegado el momento de que todos nuestros países busquen la forma viable y consensual para que Cuba vuelva a sentarse a la mesa de nuestras reuniones y contribuya a los trabajos por el bienestar y la estabilidad de nuestro continente. En este sentido, resulta hoy oportuno ratificar el compromiso para que Cuba esté presente en la Próxima Cumbre de las Américas que se realizará en Panamá. En pie de igualdad y sin condicionamiento alguno”, afirma el documento.

Las conclusiones

“La OEA sigue constituyendo un formidable instrumento de diálogo político, concertación y cooperación entre los países del continente americano. Allí converge toda la diversidad de sensibilidades políticas, identidades culturales e intereses nacionales existentes en esta región del mundo. Lejos de representar un factor que debilita el sistema, ella constituye una de sus mayores fortalezas. La OEA fue el fruto de su tiempo, de un modelo de relaciones internacionales que ya no existe. El gran desafío que ha tenido por delante en estas últimas décadas ha sido el de su adaptación a las realidades actuales del mundo y de nuestro propio continente, empresa en la que se han realizado grandes avances y también generado profundas frustraciones. Renovar la OEA es enfrentar un desafío de los tiempos, pero el cambio por sí mismo no alcanza. El cambio debe enmarcarse necesariamente en una nueva visión estratégica, generadora de objetivos realistas pero al mismo tiempo ambiciosos, ya que de otra manera el statu-quo se convertirá en el paradigma prevaleciente de nuestra organización”